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"La transformación de atomos a bits es irrevocable e imparable", decía Nicholas Negroponte en su libro Being Digital publicado nada menos que en 1995. La transformación digital sólo ha hecho que empezar.
Nicolás el optimista...
La sociedad digital está en sus inicios, pero ya tiene una cierta historia. Hemos asistido a una primera ola de la digitalización donde preferentemente se virtualizaron las comunicaciones. Las conexiones a Internet cada vez más rápidas y difusas, han permitido dar un salto cualitativo a las personas y a las organizaciones, mediante una utilización eficiente de datos.También hubo la conversión inicial de diversos tipos de datos analógicos a digitales: del libro al e-book, de la cinta VHS al streaming, de los mapas al GPS, de las fotos a Flickr y de las cartas al email.

Pero ahora nos encontramos en los inicios de la segunda ola de digitalización de la sociedad, la llamada digitalización de todo (digitalization of everything). Por ello se entiende un conjunto de tecnologías, que hacen que la digitalización sea ubicua. Estamos hablando de la llamada internet of things, que consiste en que todos los aparatos eléctricos, desde electrodomésticos a cepillos de dientes, podrán recoger y almacenar datos y a través de aplicaciones inteligentes e interactivas, permitirán una gestión eficiente. Por ejemplo, el cepillo de dientes tendrá un programa, que se adaptara a las necesidades de nuestra dentadura en cada circunstancia. También tenemos la digitalización de los coches, del retail y del hogar. Pero mucho más intrigantes son las tecnologías que afectan a la vida personal, lo que podemos denominar la digitalización del yo. Por una parte tenemos los wereable o body-borne computers, que son dispositivos que se pueden llevar encima, como relojes, ropa, gafas, pulseras, etc. Pero también puede tratarse los trackers of life como cámaras que filman toda tu vida (lifelogging) como narrative (getnarrative.com) o dispositivos innovadores come como shine (misfitwearables.com), que permiten monitorizar toda tu actividad física. 

La combinación de estos nuevos micro-ordenadores con múltiples sensores capaces de monitorear nuestra vida y conectarse con aplicaciones inteligentes, que nos permiten mejorar y tomar decisiones sobre nuestros hábitos, a través de recomendaciones personalizadas, potencian el yo de una manera sustancial. La inteligencia artificial, los algoritmos predictivos y el big data en el cloud permiten, que las aplicaciones reconozcan patrones entre océanos de datos para llegar instantáneamente a las mejores conclusiones. Da la impresión, que con esto llegaremos al optimo potencial de nuestro yo, especialmente cuando las nuevas generaciones ya nazcan en un mundo completamente digitalizado. Nada impide imaginar, que igual que hoy estas apps monitorean nuestra actividad física, pronto lo hagan en nuestra actividad intelectual y pueden hacernos de coach permanente. En pocas décadas habrá aplicaciones más inteligentes que nosotros a un precio asequible, como muestra la reciente película Her de Spike Jonze y esto significa en palabras del físico Stephen Hawking, el salto más importante de nuestra especie. El tecnólogo Ray Kurzweil llama a esta etapa de la digitalización inteligente,  post-humanidad, el sueño del super-hombre de Nietzsche hecho realidad. Esto es realmente alucinante. ¿O quizás no?

Todas nuestra visión de un mundo avanzado digital está basada en un progreso inexorable de la tecnología ¿pero será posible este avance radical en un planeta con limitaciones energéticas? ¿Es posible el progreso infinito en un  mundo finito? Quizás este sueño pueda convertirse en una pesadilla. Pensemos que 30 minutos de lectura en web son equivalentes al consumo energético de un diario en papel, medido en impacto ecológico, con métricas europeas, estamos hablando que 30 minutos de online producen 35 kilogramos de CO2 por año/por lector. Leer las noticias en un periódico de papel es ligeramente menos contaminante, unos 28 kg CO2/año (cfr., Åsa Moberg, Martin Johansson, Göran Finnveden y Alex Jonsson, Screening environmental life cycle assessment of printed, web based and tablet e-paper newspaper). La tecnología digital ahorra la talla de árboles, pero exige quemar más carbón para obtener electricidad. Lo que ganamos en un sitio lo perdemos por otro y es incluso peor en términos contaminantes. Los macro-datacenters son energéticamente insostenibles, con lo que tenemos que aceptar, que es imposible la civilización digital en un mundo de agotamiento de recursos energéticos. Aunque nos cueste aceptarlo, el desarrollo tecnológico tiene unos límites físicos. Y también éticos (ver mi post Por una etica digital). Quizás la transformación digital no sea tan imparable como creía el evangelizador Negroponte.

Un desarrollo generalizado para toda la sociedad de la poderosa promesa de la digitalización del yo, sin agravar el digital divide, será posible sólo si se consigue una economía sostenible. No sólo nos enfrentamos al oil peak sino como correlación inevitable al digital peak, donde si no ponemos remedio, los dispositivos electrónicos desaparecerán del ámbito privado. Pero eso es tema para otro post.

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