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Eric Schmidt, Chairman de Google, ha sido mal entendido cuando afirmó que "Internet desaparecerá". No se estaba refiriendo al final de Internet, si no todo lo contrario, a que Internet crecerá tanto, que tendrá innumerables dispositivos interconectados a través de la red y que esa ubicuidad lo hará invisible. Schmidt se está refiriendo concretamente al Internet de las cosas (Internet of Things o IOT). Será como la electricidad. Cundo algo es tan fundamental, nos olvidamos que existe.

Ya hemos hablado de la economía colaborativa, es aquel tipo de economía en que el valor de cambio se reduce a una comisión por el valor de uso de un bien o servicio, y la propiedad se reduce a un individuo o a un operador que lo pone en común al resto de los consumidores. En vez de tener todo el mundo un coche de su propiedad, se comparten coches para usarlos cuando se necesita. Es un servicio privado, puesto que la propiedad pertenece a una empresa privada o a un particular. Alguien ha comprado el coche, alguien cobra por compartirlo. No es un servicio público, aunque sea un servicio abierto y universal, porque el propietario no es de la administración pública. Y al final, es una propiedad privada compartida y un usufructo común o consumo común. Lo que se entiende por economía colaborativa, sería un subconjunto de un paradigma mucho más ambicioso, que es el de la economía del bien común o economía del procomún. La economía del procomún es siempre colaborativa, mientras que la economía colaborativa no siempre es del bien común. 

Para entenderlo mejor, bastará con tres simples distinciones.

Lo privado, en derecho romano res privatae, es la base del sistema económico liberal, del capitalismo. Se comercia entre propietarios. La propiedad es individual, de una persona física o jurídica. Se accede a la propiedad originaria, por ejemplo, de una tierra, antes de una compra-venta, pues ocupándola, usurpándola, o teniendo su usufructo durante mucho tiempo. La propiedad original se obtiene por violencia o por donación. 

Aunque la propiedad del Estado, también existe en el capitalismo, su máxima expresión está en el socialismo, que expropia la propiedad privada y la constituye en pública. Lo público, en derecho romano res publicae, la propiedad de titularidad pública, es indirectamente de todos, a través de la representación ciudadana en el Estado. Se dice que la propiedad es colectiva o estatal.

Muy diferente es la economía del procomún comunitarismo comunismo, en el que la propiedad no es ni pública, ni privada, es común, en derecho romano res communae. Es de todos directamente y sin intermediarios. La propiedad es de la comunidad y se la llama propiedad comunal.

El procomún significa propiedad común. Este concepto tiene una larga tradición teórica desde la antigüedad, y también cuenta con varios experimentos sociales de vida comunitaria, relativamente breves, acotados geográfica e históricamente. Las comunas u organizaciones comunitarias siempre han existido, aunque en pocas ocasiones han sido la tendencia mayoritaria. El mundo digital es mucho más proclive a una organización comunitaria, porqué una red como Internet, replica su modelo constructivo distribuido, como un fractal. Las comunas tradicionalmente eran organizaciones autogestionadas dentro del mundo rural. En la actualidad, las nuevas propuestas comunitarias no son una vuelta atrás, sino un proceso de maduración social y la única manera de gestionar la escasez energética, ya que es necesario un consenso social. Las tecnologías distribuidas basadas en el concepto de la blockchain de Bitcoin como NXT Maidsafe, crean consensos digitales distribuidos autogestionados, sin centros y con completa seguridad en las transacciones y acuerdos. Incluso con un sistema de autoremunercación por esfuerzo.

Entre los precedentes más cercanos tenemos a Elinor Nostrom, Nobel de Economía en 2009, es el precedente más cercano dela economía del bien común, sin embargo, Christian Felber, miembro activo de ATTAC, es quizás, el impulsador más conocido por haber escrito un libro titulado precisamente, La economía del bien común, con una propuesta muy personal, y muy detallada, llena de principios y perspectivas muy interesantes y acertadas, pero en definitiva, adolece del mal de todas las propuestas fabricadas en un laboratorio. Está dirigida a las empresas y es algo así como una propuesta metodológica, basada en la matriz del bien común, para conseguir una super RSC. Tiene su utilidad, pero es demasiado dogmática. Los procesos sociales y empresariales, requieren organizaciones políticas y movimientos sociales, además de tener consultores y activistas. Resulta difícil la aceptación voluntaria de valores sociales elevados, que son completamente contradictorios con el fin de una empresa, que al fin y al cabo está hecha para ganar dinero. Es una propuesta económica basada en valores ideológicos, pero no en una praxis concreta. Diríamos, que Felber hace parte de los que podríamos llamar procomunistas ingenuos.

Negri Hardt, proponen en su trilogía ImperioMultitudCommonwelth, una propuesta del procomún, anclada en la tradición del obrerismo italiano y del postestructuralismo francés, con enorme arraigo en muchos movimientos sociales alternativos, como el altermundialismo o los antiglobalización. A ellos podemos calificarlos de procomunistas revolucionarios. Lo fundamental de la propuesta es la exploración de un nuevo sujeto de transformación social, que ellos llaman multitud. El concepto de multitud no es una generalidad vaga, sino que corresponde exactamente a la sociedad entera como sujeto productivo, desde el momento que toda la sociedad está subsumida al capital, al dinero. Sólo está podrá recuperar el procomún y organizarse a su alrededor.

Rifkin, un veterano de los temas ambientales, también ha bajado a la arena del procomún con su última utopía La sociedad del coste marginal cero. Esta consiste en una combinación de la economía del bien común colaborativa, más la promesa del Internet de las cosas y un Internet de la energía, entendido como redes de energías renovables distribuidas. Apoyándose en estudios energético-optimistas puramente especulativos, sostiene que los problemas energéticos serían resueltos exclusivamente con las fuentes renovables. Las propuestas de Rifkin son estimulantes y enriquecedoras, pero adolecen de una propuesta accionable. Al final, sólo consigue proponer la supervivencia de la actual economía, bajo la aceptación de algunos parámetros del procomún colaborativo. En la línea de Barnes y su Capitalismo 3.0. Podemos catalogar a Rifkin como representante de los procomunistas utópicos.

Todas las perspectivas aportan algo importante al debate, más teórico o más práctico. Recuerda bastante al debate del primer socialismo en el siglo XIX: ProudhonOwenSaint-SimonFourierEngelsBabeufBuonarroti Blanqui. Entonces el debate era sobre la socialización de los medios de producción. Nadie ha hecho más que el propio sistema económico capitalista, por la socialización de la producción, sin embargo, la propiedad no ha sido socializada, ni las tomas de decisiones en relación a la construcción colectiva de valor. La economía no es equitativa, ni democrática, ni simbiótica con la naturaleza, sigue siendo una máquina rapaz de destrucción de todo tipo de recursos. Además la supeditación de la economía real a al financiera, hace que el debate actual esté más en la producción del dinero. No puede existir una economía colaborativa del bien común, sin un monetarismo colaborativo, sin una socialización en la creación del dinero. Gestionar el procomún sólo puede hacerse desde la cooperación.

Justamente, el problema en el que se debate nuestra especie en la actualidad, fue descrito magistralmente por Hardin en un famoso artículo, en el que describe el dilema de la tragedia de los comunes de (ver artículo original, The Tragedy of the Commons). Este determina, que la racionalidad individual puede llevar a la destrucción de un bien común, del que nadie puede prescindir. Mejor título sería, como sugirió el mismo Hardin, "la tragedia de los comunes desregulados", haciendo hincapié, en que se trata de una tragedia de la rapacidad egoísta frente, al consenso cooperativo en un juego de suma cero. La tragedia de los individualistas diríamos nosotros. Esto sólo demuestra la necesidad de una racionalidad colectiva. Curiosamente, uno de los pocos países, que está poniendo restricciones a la tragedia de los comunes es precisamente China, quien ejerce un control de la población. El aumento de la población, es sin duda, la razón principal de la dilapidación de los recursos. En una economía que crece al 1% el PIB se duplica en tan sólo 70 años, al 2% en 35, al 10% solo en 7 años. Estos incrementos económicos son la segunda causa de la dilapidación de los recursos. Pensemos, que China en el último decenio ha crecido entre el 6% y el 14% anual. Esto nos acerca a la trampa neomalthussiana, donde la producción de recursos crece aritméticamente (antes de su colapso), mientras la población y la economía, crecen geométricamente y no se puede abastecer a toda la población.
Aumento de la población mundial
Sólo con el bien común podemos mitigar o revertir el posible colapso energético y de escasez de todo tipo de recursos naturales, incluida la comida y el agua. Se calcula que para 2050 ya no nos podremos alimentar de la pesca. Sólo el monetarismo colaborativo y la economía colaborativa, pueden gestionar el bien común analógico y digital. La economía del bien común no está ni mucho menos reñida con el mercado, ni con el ganar dinero. La compensación por el trabajo y el intercambio de bienes, son instituciones milenarias previas al capitalismo, que no son dañinas y que permiten una competencia regulada positiva, que desarrolla nuestra especie, su inteligencia colectiva. Por el contrario, la tendencia del sistema económico actual y las empresas en su vorágine de maximizar los beneficios a corto plazo, hacen imposible una resolución adecuada a los grandes desafíos de la humanidad y convierten el mercado y la competencia, en una carrera por depredar los recursos comunes. Algunos como Felber han puesto énfasis en la regulación responsable de las empresas, como si eso pudiera liderar un proceso de transformación social, bien al contrario, las empresas son una consecuencia.de las relaciones de fuerza sociales. Son los ciudadanos los que ponen los valores en funcionamiento en el mercado. La organización social provoca la reacción organizativa de las empresas y de los gobiernos. Por eso, primero hay que transformar esas relaciones mediante la organización y la transformación social y política. Negri es el que entiende mejor la mecánica del conflicto social. El capitalismo continuará hasta el agotamiento de todos los recursos si nadie lo impide. Su capacidad reside en una adaptación absoluta a las contradicciones que surgen, a internalizarlas. Crea constantemente excedentes, que puede explotar e institucionaliza el conflicto social. Las contradicciones del sistema económico no lo harán quebrar automáticamente, se necesita la acción organizada de un sujeto social. Y en estos momentos, cuando este se está conformando, aunque estos procesos sociales llevan décadas en desarrollarse.

Los economistas en su ciencia, salvo honrosas excepciones como Georgescu-Roegen y alguna corriente minoritaria, han excluido a la energía de sus ecuaciones. Los modelos de crecimiento se basan en la suposición de unos recursos energéticos infinitos, ya que no se tienen en cuenta estas limitaciones. Pero la segunda ley de la termodinámica no se puede esquivar. Los economistas ortodoxos y sus instituciones no nos van a salvar. Es nuestra tarea y es urgente.

Lo mismo ocurre con el mundo digital. Internet pertenece al bien común digital. Incluso, Internet es la base del bien común digital. Es necesario preservar un Internet esencial del posible colapso digital. Existen un tipo de organizaciones propias de Internet, llamadas organizaciones descentralizadas, que son la punta de lanza en este sentido. Componen el movimiento llamado daoismo, en el que se pueden distinguir las siguientes figuras:
  • Decentralized Applications (DA): La forma más simple son los smarts contracts. Son aplicaciones que implican los llamados activos digitales (ficheros, imágenes, textos, etc.). 
  • Decentralized Organizations (DO): Son personas interactuando a través de un protocolo descentralizado como la blockchain de bitcoin.
  • Decentralized Autonomous Organizations (DAO): La mayor diferencia entre DA y DAO es que esta última tiene un capital interno, una propiedad. Algunas aplicaciones se basan en la ausencia de propiedad (bitTorrent) o en la reputación (Maidsafe) , pero eso no permite comerciar con ello.
Son organizaciones, que requieren la intervención de personas, no es inteligencia artificial, automatizada, sino inteligencia colectiva distribuida. Sus características principales son:
  • Son empresas - Son personas libres e independientes (pero no tienen la personalidad jurídica).
  • Son autónomas - Una vez están en velocidad de crucero, que ya no necesitan a sus creadores.
  • Se distribuidas - No hay puntos centrales de control o Que el fracaso puede ser atacado.
  • Son transparentes - Su contabilidad y reglas de negocio son auditables por todos.
  • Son confidenciales - La información del cliente es segura e incorruptible.
  • Son dignas de confianza - Porque la interacción con ellas depende de la confianza.
  • Son fiduciarias - Sólo toman en cuenta únicamente los intereses de sus clientes y accionistas.
  • Se autorregulan - Robóticamente obedecen a sus propias reglas.
  • Son incorruptibles - Nadie puede ejercer influencia seductora o coercitivo sobre ellos.
  • Son soberanas - Sobre sus recursos digitales (pero no tienen la capacidad legal).
En nuestro mundo ocurren aberraciones tales como, que la Luna es propiedad de Jenaro Gerardo Vega y el Sol es de Angeles Durán. Si esto es absurdo, por reducción al absurdo, ¿de quien es la Tierra? Pues de nadie. El bien común es de todos. Así el procomún colaborativo digital es la llegada de la madurez, la posibilidad de autogestionar Internet y a través de este, la sociedad y la economía. La cuenta atrás del colapso digital ya ha empezado. Tic, tac...


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Christian Felber - Economía del Bien Común en España

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